Saludos desde Centroamérica
Notas de cuarto de hotel, aviones y el tráfico de América Central.
Regresé de unas vacaciones mediterráneas a habitar una vida prácticamente nueva, después de haber recibido, durante el viaje, la noticia de contratación en aquella empresa que estuve orbitando los meses anteriores. Un empleo que me hace toda la ilusión por dos razones que se conectan y significan literatura de las maneras más poéticas. La primera es que trabajaré con libros. La segunda, que lo haré viajando constantemente a Centroamérica: regiones que he tenido curiosidad de conocer desde hace tiempo y no lo había hecho hasta hace una semana.
Aquí, una serie de diarios y apuntes sobre mi primera vez en Guatemala, Panamá y República Dominicana.
Ciudad de Guatemala
23/06/25
A la bebida que, por lo menos yo, conozco como suero —agua con gas, limón, sal y hielos, servida en un vaso escarchado con sal—, en Guatemala se le conoce como cimarrona.
El tráfico es igual o tal vez más impresionante aquí que en la Ciudad de México. Las destrezas para manejar rozan una línea delgadísima entre habilidad y peligro.
24/06/25
He estado en Sophos, el papá de las librerías en Guatemala. Con más de 43 mil títulos disponibles y una cafetería deliciosa para acompañar buenos libros y ricas conversaciones. Entrar en este tipo de espacios me hace entender dos cosas. Primero, que algún día quiero tener una librería. Y segundo, que el día que el espacio de mi futura casa lo permita, tendré uno de esos libreros altísimos con una escalera corrediza para deslizarme de género en género.
La mesera más adorable del mundo ha tomado mi orden y ha reconocido mi acento mexicano, echando unas cuantas flores al decir: “Tú eres de donde son los mejores cantantes del mundo”. Sus favoritos eran José José, Ana Gabriel, Luis Miguel, Napoleón, Juan Gabriel y Yuri. Cantó lo mejor de sus repertorios mientras me servía una sopa de tomate verde y un café maya con chile de postre.
Ciudad de Panamá
25/06/25
No me imaginaba esta ciudad, no encuentro en mi memoria registro consciente de siquiera haber visto una foto. Alguna vez una amiga de la escuela se fue a vivir aquí y había escuchado la clásica descripción: “el Miami de Centroamérica”. Escribo desde el piso 25 del hotel RIU.
26/06/25
Regreso de cenar con mi amiga Analida, una de esas amistades a las que en realidad he visto y convivido poco. La conozco porque es gran amiga de grandes amigos míos. Conecto naturalmente con ella y, de alguna forma, se siente hogareña y como un espacio seguro. Me alegra volver pronto a Panamá y saber que ahí está ella.
Santo Domingo, República Dominicana
27/06/25
Es cumpleaños de Diego y es la primera vez que pasamos un cumpleaños lejos. Extrañar es rico también. Inevitable sentirse homesick, pero gran recordatorio para encontrar la cercanía a partir de la distancia. Le llevaré la primera novela de Juan Villoro de regalo.
Estoy en un evento literario hermoso. Mar de Palabras, se llama. Hay un montón de autores latinoamericanos y centroamericanos; han sido invitados para reunirse en una serie de pláticas y actividades. Estoy emocionada y algo abrumada porque, de las poquísimas cosas que me dan una vergüenza inmensa en esta vida, está el faneo. Y yo traigo conmigo un par de libros escritos por autores aquí presentes que deseo que me firmen.
28/06/25
Observo que tanto en República Dominicana como en Panamá se prefiere el uso de la palabra “halar” en vez de “jalar” —que significan exactamente lo mismo—, y a mí me divierte ver que las puertas en los establecimientos dicen “HALE”. Me gusta.
He tomado un taller precioso con Banito Taibo e Imelda Martorell sobre el fomento a la lectura y la cultura escrita, y he rescatado algunas ideas valiosísimas:
Leer no nos hace mejores, nos hace distintos.
Escribir como se habla, pero conociendo todas las palabras que no voy a usar.
“Todos los caminos llevan a Julio Cortázar.”
“Todos los libros son de autoayuda, excepto los que dicen autoayuda en su portada.”
Descubrí por qué mi padre le iba a los PUMAS, pero la profundización de este descubrimiento sucederá otro día, en otra carta.
29/06/25
En Santo Domingo, la lluvia no avisa; no da ni cinco minutos de cielo nublado para buscar refugio. El sol brillante y ardiente cede el paso a la tormenta tropical repentinamente.
Cuando das las gracias, las personas contestan “siempre”, y me parece tan hermoso como que a los regalos les digan “cariñitos”.
Me han confundido cuatro veces el día de hoy con Aura García Junco; un señor hasta me ha pedido tomarse una foto conmigo. He usado estos sucesos para acercarme a la misma Aura, contárselo y pedirle que me firme su más reciente libro.
El día de hoy, en una mesa redonda, Aroa Moreno Durán ha contado una anécdota de lo más enternecedora. A su hijo de nueve años le ha hecho llorar un libro por primera vez, y le ha dicho: “—Mamá, yo no sabía que se podía llorar con los libros”.
30/06/25
Me sucedió lo que nunca. Justo al llegar al aeropuerto, me di cuenta de que había dejado mi pasaporte dentro de la caja fuerte del hotel. Se ha resuelto; escribo esto montada en el avión de regreso a la Ciudad de México.
Leo mi copia firmada de Dios fulmine a la que escriba sobre mí, de Aura García Junco, y lloro mientras lo hago. Es un libro escrito tras la muerte de su padre, un personaje variopinto que no deja de colisionar emociones en la entraña y el corazón de su hija, incluso desde el polvo de sus libros y sus restos. Una meditación sobre el panorama que ha velado la distancia en vida y el eterno anhelo de hacer de nuestros padres héroes tras la muerte. Me leo en sus palabras de desconcierto y de empatía, en las preguntas sin respuesta. Tomo una pausa de la lectura para escribir la entrada final de este breve diario.
Me encanta todo lo que escribes. Eres muy buena. Felicidades 👏👏👏👏
Todos los libros son de autoayuda !!